Sexología
De vuelta, volver, volver…
¿Cómo ha sido tu regreso?, ¿ha sido a una oficina, a las tareas del hogar, a las agendas?, ¿de dónde has regresado?, ¿del mar, de la montaña, de la sierra, de tu pueblo, de aquí mismo?
Este verano ha sido un verdadero regalo, he hecho en la mayoría de las cosas “lo que me ha dado la gana”, he tenido mar, montaña, ciudad, amistades, familia…
Sobre todo una inmensa riqueza de experiencias y sensaciones. Y libertad.
He bailado, navegado y nadado. He comido sano y no tan sano. Y en todo momento lo que he sentido es gratitud.
Una inmensa gratitud por poder hacer lo que quería con quien quería. Una gratitud inmensa a mi corazón, bastante más libre que hace un año. Con la sensación de haber llegado -aunque gracias a Dios nunca se acaba de llegar- a lo que deseaba. Con lo que soñaba dentro y fuera de mi.
Con esa sensación de sorpresa de “¡Ah!, era esto…”
Y… Madrid. Aterrizar en Madrid, que es la ciudad en la que más estoy trabajando.
Podría decir que me escuece cada vez que llego al secarral que veo desde el avión. También puedo decir que qué bonita se ve a las 12 de la noche llegando con el Ave. Puedo deciros como dicen en la película de Paco León, «Kiki, el amor se hace»: “Madrid cree que es moderna, pero Madrid no es nada moderna”. Podría decir que tenemos un punto cutrecillo y envidioso. Que nos falta puerto, al mar, cabeza y corazón. Y también te puedo decir que Madrid es fiel y aquí está para ti.
Mi tribu está aquí. He visto cómo sí hay un ritual hermoso. Y aquí de los mejores regalos: abro el despacho, y aún hace calor. Me preparo un mate, ese ritual que me lleva a mí, me centra y espabila para estar para ti.
Ventilo, ordeno… Entra una luz bonita por la ventana. Y entras tú, con tus historias después del verano. Entras tú, mi gran maestro. Me cuentas que has decidido “hacerme caso” y sostener el vacío, no liarte con nadie que no merezca la pena, aguantar ese momento de ansiedad. Y tú, tan joven y con posibilidades, te eliges a ti y disfrutas de ti este verano.
O has decidido ser claro. Te has dado cuenta que tus amigos te hacen espejo de cosas que ya no quieres para ti. O, de repente, te has echado novia cuando creías que eso jamás volvería a pasar, y has vuelto a disfrutar del sexo.
O has decidido que quieres saber estar para ti y que quieres relaciones donde puedas ser claro y auténtico.
Y creerás que es poco, no lo sé. Sin embargo, a mí se me llena el corazón de admiración. De incredulidad ante la magia de la vida. En esa pizca de magia que es el vínculo terapéutico. Y ese gran alquimista, esa gran maga que eres tú.
¿Te das acaso cuenta de todo lo que has hecho? Cosas que yo quiero incluso aprender para mí.
Me pregunto si de verdad lo celebras, antes de embarcarte en nuevos propósitos, me pregunto si te das los laureles que tú mereces. Yo te doy las gracias por tu compromiso contigo, por enseñarme tanto y por ser tan… Tan paciente.
Delfina Mieville
Deja un comentario